LIBERTAD ENCLAUSTRADA
Era enero del año 2020, todos recibíamos de forma clásica el año, con
esperanza y la ilusión de que fuera un año mejor que el anterior, pero al otro
lado del mundo, el panorama no era el mismo, el nuevo virus del que se hablaba
en las noticias internacionales (aquel que tomó sus primeras vidas en Wuhan,
camuflado en su caballo de Troya, o en este caso murciélago de Wuhan) como una
contingencia asiática azotaba cada vez más fuerte ya no solo en esa parte del
mundo, como dice la canción “se marchó y a su barco le llamó libertad”, y con
el inicio de su viaje en libertad acababa la nuestra.
Los días seguían pasando y aquello que a inicio de año veíamos como una
remota posibilidad iba tomando fuerza. Los casos del mundialmente conocido
COVID-19 eran cada vez más cercanos a nuestro entorno, cuando Europa y
especialmente Italia empezaban a perder la batalla comenzábamos a poner sobre
la mesa la posibilidad de que tal vez llegaría a México y que sería una
situación sanitaria igual o de menor impacto a la que tuvo la influenza H1N1 en
el 2009.
Para este punto había muchos escépticos sobre la existencia de aquel
virus, probablemente una postura un tanto aceptable debido a que no estábamos
del todo seguros de lo que pasaba al otro lado del “gran charco” y a la falta
de información.
Terminaba enero y ya teníamos información sobre casos cercanos, aún no
nos impactaba directamente, pero no había duda, a nuestro vecino del norte le
llegaba su primer caso confirmado, el 21 de enero del año 2020, sin duda la
preocupación iba en aumento, así como la guerra de información falsa y verídica
a través de los medios, sobre todo en redes sociales, donde ya abundaba la
información, lamentablemente, no toda era confiable.
Un mes y siete días después pasaría lo inevitable, se registraba el
primer caso en la Ciudad de México, el 28 de febrero del 2020 era el día donde
todo comenzaba para el pueblo mexicano, horas más tarde se sumaban otros dos
casos, uno en la Ciudad de México y otro en Sinaloa, no había forma de echar
marcha atrás, ya estaba aquí y el mundo seguía sin una respuesta contundente
ante el virus. Países con una mayor tecnología ya habían quedado en jaque ante
esta amenaza, era evidente que pasaríamos ante el mismo proceso, pero
de una forma más rápida y violenta.
Llegaba el tercer mes del año y con ello el segundo golpe anímico para
el país, el día 18 de marzo se grababa con sangre en la mente de los mexicanos,
era el día del primer fallecimiento por esta enfermedad y aun así el
escepticismo se seguía apoderando de los menos cultivados, lo cual fue una de
las causas principales del incremento exponencial de casos en tan solo un par
de meses.
La Secretaría de Salud tomaba medidas ante al asunto en cuestión, el 24
de marzo entrabamos en la segunda fase como prevención, evitando el gentío en
las calles y plazas comerciales de nuestro país, pero no fue suficiente,
seguían subiendo el número de casos a una velocidad demencial y fue entonces cuando
tan solo 6 días después se declaró como una emergencia sanitaria por
fuerza mayor.
Con el mes de abril arribaba el primer informe con un recuento de
fallecidos y contagiados, el 30 de dicho mes, tan solo 64 días después del
primer caso, ya sumaban 19,224 contagiados con un margen de mortalidad del
9.67%, uno de los porcentajes más altos a nivel mundial.
Ya en mayo comenzábamos a entender que iba a ser un poco más que una
“cuarentena”, el positivismo de muchos en un inicio pronosticaba como máximo
dos o tres semanas, en el peor de los casos, se creía que haría honor a su
nombre, trayendo consigo 40 días de encierro.
Las semanas comenzaban a tornarse eternas, la perdida de la noción del
tiempo se hacía cada vez más común, así como el desplazamiento del horario de
sueño, la rutina del día a día ya se había convertido en la de cualquier
sábado, estar en pijama, ver la televisión y dormir. Lo que en sus primeros
días parecía un descanso o vacaciones caseras obligatorias que muchos
disfrutaron se iban convirtiendo en una situación cada vez
más difícil.
La economía resentía un impacto como pocas veces habíamos visto, solo
ciertas actividades económicas como las que se involucraban con alimentación y
aquellas consideradas como esenciales podían operar.
Pero con el pasar de los meses volvió a ser algo normal, todos
comenzaron a acostumbrarse a esta nueva rutina, incluso hubo quienes vieron en
la adversidad una oportunidad de generar emprendimiento, microempresas, y
modelos de negocio en línea, mientras muchas de las empresas consolidadas del
país iban cayendo estrepitosamente a la bancarrota.
Siguieron pasando los meses y con el fin de lo que muchos catalogaron
como el peor año en todos los ámbitos posibles, llegaba un respiro para el
país, una ligera sensación de tranquilidad, el 23 de diciembre del 2020
llegaron las primeras vacunas contra COVID-19.
Sin duda podríamos seguir hablando de cifras, porcentajes, nuevos
contagios o las vacunas que surgen con el pasar de las semanas, es un resumen
sencillo, pero nunca se podrán describir todos los sentimientos encontrados que
todos a lo largo del mundo sentimos, lo que ha generado en nosotros la pérdida
de un ser querido, en especial de los jóvenes, porque como los mexicanos
solemos decir “todavía no le tocaba”, el quedarse sin empleo por la quiebra de
la empresa para la cual laboraste por años, la perdida de la libertad a causa
de una amenaza invisible (no como la falta de libertad acostumbrada en el país,
a causa de la delincuencia y la violencia) y en general el cómo se derrumbó una
vida “simple” pero tan bella que teníamos y no valoramos, algunos ya están
pensando en cómo aprovecharán ese tiempo post pandemia, pero si
queremos disfrutarlo aún no es tiempo de bajar la guardia porque podríamos seguir
con una “libertad enclaustrada”.
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