LIBERTAD ENCLAUSTRADA

 Escrito por: Cristofer Abraham Bautista Torres


Fotografía de: https://www.cafesubjetivo.com/



Era enero del año 2020, todos recibíamos de forma clásica el año, con esperanza y la ilusión de que fuera un año mejor que el anterior, pero al otro lado del mundo, el panorama no era el mismo, el nuevo virus del que se hablaba en las noticias internacionales (aquel que tomó sus primeras vidas en Wuhan, camuflado en su caballo de Troya, o en este caso murciélago de Wuhan) como una contingencia asiática azotaba cada vez más fuerte ya no solo en esa parte del mundo, como dice la canción “se marchó y a su barco le llamó libertad”, y con el inicio de su viaje en libertad acababa la nuestra. 

 

Los días seguían pasando y aquello que a inicio de año veíamos como una remota posibilidad iba tomando fuerza. Los casos del mundialmente conocido COVID-19 eran cada vez más cercanos a nuestro entorno, cuando Europa y especialmente Italia empezaban a perder la batalla comenzábamos a poner sobre la mesa la posibilidad de que tal vez llegaría a México y que sería una situación sanitaria igual o de menor impacto a la que tuvo la influenza H1N1 en el 2009. 

 

Para este punto había muchos escépticos sobre la existencia de aquel virus, probablemente una postura un tanto aceptable debido a que no estábamos del todo seguros de lo que pasaba al otro lado del “gran charco” y a la falta de información. 

 

Terminaba enero y ya teníamos información sobre casos cercanos, aún no nos impactaba directamente, pero no había duda, a nuestro vecino del norte le llegaba su primer caso confirmado, el 21 de enero del año 2020, sin duda la preocupación iba en aumento, así como la guerra de información falsa y verídica a través de los medios, sobre todo en redes sociales, donde ya abundaba la información, lamentablemente, no toda era confiable. 

 

Un mes y siete días después pasaría lo inevitable, se registraba el primer caso en la Ciudad de México, el 28 de febrero del 2020 era el día donde todo comenzaba para el pueblo mexicano, horas más tarde se sumaban otros dos casos, uno en la Ciudad de México y otro en Sinaloa, no había forma de echar marcha atrás, ya estaba aquí y el mundo seguía sin una respuesta contundente ante el virus. Países con una mayor tecnología ya habían quedado en jaque ante esta amenaza, era evidente que pasaríamos ante el mismo proceso, pero de una forma más rápida y violenta. 

 

Llegaba el tercer mes del año y con ello el segundo golpe anímico para el país, el día 18 de marzo se grababa con sangre en la mente de los mexicanos, era el día del primer fallecimiento por esta enfermedad y aun así el escepticismo se seguía apoderando de los menos cultivados, lo cual fue una de las causas principales del incremento exponencial de casos en tan solo un par de meses. 

 

La Secretaría de Salud tomaba medidas ante al asunto en cuestión, el 24 de marzo entrabamos en la segunda fase como prevención, evitando el gentío en las calles y plazas comerciales de nuestro país, pero no fue suficiente, seguían subiendo el número de casos a una velocidad demencial y fue entonces cuando tan solo 6 días después se declaró como una emergencia sanitaria por fuerza mayor. 

 

Con el mes de abril arribaba el primer informe con un recuento de fallecidos y contagiados, el 30 de dicho mes, tan solo 64 días después del primer caso, ya sumaban 19,224 contagiados con un margen de mortalidad del 9.67%, uno de los porcentajes más altos a nivel mundial. 

 

Ya en mayo comenzábamos a entender que iba a ser un poco más que una “cuarentena”, el positivismo de muchos en un inicio pronosticaba como máximo dos o tres semanas, en el peor de los casos, se creía que haría honor a su nombre, trayendo consigo 40 días de encierro. 

 

Las semanas comenzaban a tornarse eternas, la perdida de la noción del tiempo se hacía cada vez más común, así como el desplazamiento del horario de sueño, la rutina del día a día ya se había convertido en la de cualquier sábado, estar en pijama, ver la televisión y dormir. Lo que en sus primeros días parecía un descanso o vacaciones caseras obligatorias que muchos disfrutaron se iban convirtiendo en una situación cada vez más difícil.  

 

La economía resentía un impacto como pocas veces habíamos visto, solo ciertas actividades económicas como las que se involucraban con alimentación y aquellas consideradas como esenciales podían operar. 

Pero con el pasar de los meses volvió a ser algo normal, todos comenzaron a acostumbrarse a esta nueva rutina, incluso hubo quienes vieron en la adversidad una oportunidad de generar emprendimiento, microempresas, y modelos de negocio en línea, mientras muchas de las empresas consolidadas del país iban cayendo estrepitosamente a la bancarrota. 

 

Siguieron pasando los meses y con el fin de lo que muchos catalogaron como el peor año en todos los ámbitos posibles, llegaba un respiro para el país, una ligera sensación de tranquilidad, el 23 de diciembre del 2020 llegaron las primeras vacunas contra COVID-19. 

 

Sin duda podríamos seguir hablando de cifras, porcentajes, nuevos contagios o las vacunas que surgen con el pasar de las semanas, es un resumen sencillo, pero nunca se podrán describir todos los sentimientos encontrados que todos a lo largo del mundo sentimos, lo que ha generado en nosotros la pérdida de un ser querido, en especial de los jóvenes, porque como los mexicanos solemos decir “todavía no le tocaba”, el quedarse sin empleo por la quiebra de la empresa para la cual laboraste por años, la perdida de la libertad a causa de una amenaza invisible (no como la falta de libertad acostumbrada en el país, a causa de la delincuencia y la violencia) y en general el cómo se derrumbó una vida “simple” pero tan bella que teníamos y no valoramos, algunos ya están pensando en cómo aprovecharán ese tiempo post pandemia, pero si queremos disfrutarlo aún no es tiempo de bajar la guardia porque podríamos seguir con una “libertad enclaustrada”. 


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